Sergio W. Tenis
Ahogamos un bostezo, apoyamos la frente en la palma de la mano y desdoblamos el primer escrito. En casi todos los casos se trata un texto febril, desesperado, saturado de pachuli, sándalo o almizcle. Algunos están sellados con un beso o vienen dentro de un sobre, con una flor aplastada y seca como compañía. Otros muestran corazones y estrellas dibujados en los márgenes. Es fácil imaginar las manos temblorosas de sus remitentes pegándose al papel, humedeciéndolo, arrugándolo, dudando si enviarlo o guardarlo bajo la almohada como un deseo secreto, sólo accesible a los ojos de los dioses.
Sigue leyendo “Los revisores”