The shape of water

Jacinto

La película va de una de lo más normal que hace de feúcha y de mosquita muerta, es mudita y lleva media melena para tener calidá interpretativa y optar al Oscar y a ver lo que trinca. Por otra parte, la pava hace juego con un universo totalmente cincuentón a lo Atompunk, con teles redondicas en blanco y negro, trajes cutrecillos de lana y todo asín. La peli repite una y otra vez escenas de otros largometrajes, teniendo así un interesante formato narrativo apto para resabíos y críticos de pichiglás y que podríamos calificar sin duda alguna como “metacoñazo”; al final no sabes si estás viendo un producto audiovisual novedoso o un especial barato de Nochevieja hecho a base de escenas televisivas viejunas.

Lo de Pedro J y Exuperancia sigue siendo mucho mejor que esta mariconada

 

En fin, que la otra trabaja de chacha en un recinto hipersecreto del estado profundo en el que, no obstante, hay un bichillo humanoide anfibio ahí al retortero para el que quiera contarle chistes o jugar al tute arrastrao; se han traído el monstruito de Sudamérica, como Capcom hizo con Blanka, y la verdad es que es parece muy cabrón y al principio acojona un poquillo, pero es de lo más majo en cuanto le pones un huevo cocido. No obstante, hay un hijoputa por ahí que no se lava después de mear, como Torrente, y que va dando chispillas cabronas al bichillo y putea muchísimo a todo el mundo y está zumbao y humilla a los trabajadores y va por la vida con sangre ajena reseca y no entienda la lengua de signos y vive en un adosado de Los Ángeles de San Rafael y folla con la parienta así sin aliciente ni ná y todo eso está muy mal y gñé qué asco que da. También hay rusos y gente susurrando en lenguas exóticas y mucha intriga y eso, aunque al final hay un soviético bueno a pesar de su jaez que quiere salvar al monstruito del guarro malo cabrón deletéreo. En definitiva, la prota está tan necesitada que se lleva al moribundo ser de los dos pares de pulmones a casa por sus cojones, empieza a echar agua como para llenar la piscina Moby con estos calores y con la tontería acaban echando unos polvazos subacuáticos increíbles; el chorreo es tal que llega a los del cine de abajo, con lo que suponemos que habría dotación humanoide, sexo tántrico, zoofilia o vaya usté a saber. Para rellenar, hay una escena casi al final a lo musical en blanco y negro en la que la muda canta y yo esperaba fervientemente que el sujeto anfibio se quitara las ancas a lo Gilda para acompañar, pero nada. En fin, la cosa simpática y ya promesa del porno bizarro termina matando al cabrón en una noche así con lluvia a lo Blade Runner, con lo que casi cuenta como si por fin le hubiera lavado también las manos. Tras la liberación de las cadenas del estado, la muda y el bicho medio se van pabajo, como los del Titanic, y el temita acaba fundiéndose en un amor eterno sellado por un morreo salvador, y quizás generador de una nueva raza acuática de bichillos italoamericanos feúchos muditos cuyas andanzas sesentonas psicotrópicas jipis den para una secuela que, en cualquier caso, verá su puta madre; otra posible continuación incluye artes marciales, un cameo de Bruce Lee y el título “Be water, my friend”.  

Moraleja: pórtate bien con la gente rara, porque nunca sabes con quién vas a acabar trincando, especialmente si perteneces al gremio de la informática. Total, que si te gustó E.T. pues esta pa qué la ves. Y si no te gustó, no la veas, porque abusa del verde y de lo mojao, y dura dos horas. 

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