El feminismo amazónico, o cómo tirar piedras contra tu propio tejado

Fortunata Wolf

La semana pasada llegó a mis ojos esta corriente que, a primera vista resulta tan embaucadora. Me imaginaba mujeres sin el pecho derecho lanzando flechas con un arco, asesinando a sus hijos varones o a la reina Hipólita siendo perseguida por Heracles. Rápidamente, y en contra de los más básicos principios de la investigación, pero no así del cuñadismo (al fin y al cabo, ¿quién refrenda sus conocimientos con un libro o con la revista Nature, por favor?), recurrí a la socorrida Wikipedia, que lo define así: “es una rama del feminismo que enfatiza la destreza física femenina como método para conseguir la igualdad de género”. Sí, yo me quedé igual, a cuadros.

Amazonas cargándose a sus crías

 

Los resultados de Google me dirigían principalmente a dos mujeres: la muy noble Cayetana Álvarez de Toledo (la de “no te lo perdonaré jamás, Carmena, jamás”) y la atípica Camille Paglia, a quien sigue la aristócrata, además de al rey mago Gaspar.

Centrémonos en la crítica estadounidense, quien escribió un libro hace tres décadas, Sexual Personae, que ha conseguido miles de incondicionales herederas del feminismo individualista (en España llámese Sección Femenina), que a grandes rasgos bebe de las fuentes del más rancio conservadurismo, aunque Paglia se declare atea, bisexual y según ella misma, “desagradable”.

El libro, de unas 800 páginas, que no he tenido el disgusto de leer, pues me aficiono mucho a leer sinopsis antes de tragarme semejantes ladrillos (¡gracias, sinopseros!), ha sido objeto de numerosas críticas, tanto positivas como negativas. De entre las positivas destacan las de Harold Bloom, quien fue su tutor en la tesis, Anthony Burgess y oh, sorpresa, David Bowie. Vayamos a las negativas, pues la emoción que desata la ira resulta mucho más entretenida que la que provoca la aprobación. La Women review of books lo comparó con el Mein Kampf, en The New York review of books hubo una pelea dialéctica entre Paglia y la crítica, la profesora Vendler, sobre la presencia de crítica poética en el tocho, que Vendler negó en un santiamén, pues se sintió muy contrariada por el hecho de que Paglia comparase unos versos de Emily Dickinson con un anuncio de Roach Motels. En lenguaje coloquial, Vendler afirmaba en su extensa crítica que el libro estaba bien, entretenía y hasta se ponía divertido, pero cuando intentaba hacer cosas serias, Paglia fracasaba. Varias académicas feministas la han acusado de inexactitud histórica, egocentrismo, generalizaciones, justificar la dominación masculina, torpemente escrito, homófobo, vulgar, cosmogonía antifeminista…y mi preferido, por la profesora Mary Rose Kasraie: «an unacademic wallow in Sadean sadomasochistic chthonian nature.» (un revolcón poco académico en la naturaleza sadomasoquista ctoniana de Sade).

Si leemos las cientos de entrevistas que pululan por la red, veremos que Paglia se considera una feminista académica, a diferencia de las otras feministas que son todas unas analfabetas. La mayor parte de las críticas que se le hacen a Paglia se centran en su visión de la mujer respecto al hombre. Según ella, es gracias al hombre que la mujer ha conseguido la independencia laboral y económica. No ha sido, por supuesto, gracias a mujeres que a lo largo de la historia se han dejado la piel por conseguir derechos que le fueron sistemáticamente negados por hombres, como por ejemplo Mary Wolltonescraft, la considerada pionera del movimiento feminista. Pero claro, si no llega a ser por su marido, William Godwin, que tuvo la amabilidad de publicar sus escritos, no la hubiésemos conocido. Godwin, empero, le hizo un hético favor durante varios siglos por haber publicado unas memorias escandalosas que le granjearon una fama deleznable que no se recompuso hasta mediados del siglo XX. Y mientras tanto, señores como Rousseau o Kant, afirmaban que las mujeres, como los niños no tenían derecho a la ciudadanía. Gracias Jean-Jacques e Immanuel por colaborar en mi independencia.

También afirma Paglia que el hecho de que no existan – según ella – un Mozart femenino o un Miguel Ángel mujer, no se debe a que los hombres las hayan ocultado, sino a que – ¡atención, abróchense los cinturones! – la mujer no está lo suficientemente loca ni se siente asfixiada por su condición de querer demostrar su feminidad, como lo están los hombres por su masculinidad, excepto, eso sí, los gays, a los que les encanta el cotilleo y la conversación. Debido a esta ansiedad, surgen los genios. Y encima las mujeres somos responsables de que no haya más genios en el mundo, pues con nuestras aspiraciones por controlarlo todo, estamos creando hombres compasivos, que son contrarios a la naturaleza.

Otras perlas de Paglia se refieren al trabajo doméstico, ahora “repartido” entre el hombre y la mujer. Según ella, la mujer acaba haciéndolo todo porque no puede soportar ver que el pobre hombre, que no está acostumbrado a hacer esas tareas, lo haga todo mal. La mujer pagliana se me antoja más como una Maléfica tipo Disney. Y la guinda que quizá saque de sus casillas a más de uno tiene que ver con el acoso sexual y la ropa de la mujer, quien se expone al mostrar carne, para más tarde llamar estúpidas a las mujeres que entraron en la habitación de Weinstein quien les abría la puerta en albornoz. Claramente, se exponían a ser violadas.

Seguro que quien haya llegado hasta aquí se estará preguntando por el comentario de la lavadora. Mejor dejo una Ted Talk.

Señoras como Paglia, que acusan a las feministas de ser unas histéricas misandrias, colaboran en la creación de una imagen falsa del movimiento feminista. Creo que ya está en el imaginario colectivo la mujer maltratadora de hombres, con un odio histórico y enfermizo hacia el hombre, con el pelo corto, normalmente lesbiana y casi siempre fea. Se pisotea así el trabajo de cientos y miles de mujeres – y seguramente hombres – que luchan cada día por una igualdad que de momento no existe, por mucho que las amazónicas lo reivindiquen.

Ahora sí, comprendo su definición y su identificación con las helenas, pero las actuales no asesinan a sus hijos varones, sino que colocan grilletes y cadenas a sus hijas.

3 comentarios sobre “El feminismo amazónico, o cómo tirar piedras contra tu propio tejado

  1. No creo que vaya a leer eso del ‘feminismo amazónico’, pues uno con los años ya está curado de espanto. Me bastó con leer “El varón domado” de la (pseudo)feminista argentina Esther Vilar, que apareció a principio de los setenta (¡cinco décadas atrás!), para darme cuenta de que, en ocasiones, hay mujeres que escriben para perpetuar la sumisión de la mitad de la población. Eso sí, los libros estaban escritos con los argumentos más peregrinos que uno puede imaginar.

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  2. Yo tampoco creo que vaya a leer esto del «feminismo amazónico». Creo que otra de las variantes del feminismo que tira piedras sobre su propio tejado es aquel que afirma que el sexo es performativo. Es decir, afirma que la condición femenina es algo puramente teatral porque el género es cultural. Si a esto le añadimos la máxima de «no hay nada fuera del texto», esto es, que las palabras no se refieren realmente a nada, pues nos encontramos en un panorama donde la experiencia personal alcanza el nivel de categoría. Todo ello va dando lugar a un (mal) uso de terminologías de género, que ya señalaba Fortunata en su anterior artículo, o de raza o sexualidad.

    Me refiero, como no, a intelectuales como Judith Butler o Paul Preciado, que heredan el relativismo cultural y epistémico de Foucault o Derrida. No obstante, mi discrepancia con sus posturas sobre teoría Queer no son tales como para tacharlas de disparates como esto del «feminismo amazónico» (es más, Butler y Preciado me parecen de una gran brillantez intelectual). En esa discrepancia, recomiendo su lectura porque esas piedras que tira sobre su propio tejado son daños colaterales de ese relativismo; su objetivo principal no es atacar a la mujer. Igualmente, reconozco que son teorías filosóficas que han servido de emancipación a esos colectivos Queer que no solo son las personas trans, también quienes sufren malformaciones, personas con graves enfermedades, personas drogadictas, etc. Personas de las cuales los movimientos civiles no se habían hecho cargo. Este colectivo Queer encuentra un marco teórico para su reconocimiento, pero que suponen ciertos daños colaterales al feminismo por este relativismo en el género y, sobre todo, en el cuerpo.

    No me va a tocar a mi tal tarea, pero creo que debería de haber un trabajo intelectual para aunar estos esquemas teóricos con el feminismo que es heredero de la segunda ola.

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