Agustín de Hipona
Antes de que en el mes de marzo fuéramos confinados, vi en una librería un voluminoso libro de mil páginas, editado por Tusquets, y que tenía por título Cuadernos 1957-1972, cuyo autor era el rumano, afincado en Francia Emil Cioran.
Inmediatamente lo compré, por lo que me sirvió de lectura durante las noches de esos dos meses y medio que estuvimos recluidos, de modo que paradójicamente la lectura de sus breves y fragmentarios escritos me ayudaban a conciliar el sueño.

A quien no haya leído nada de Cioran le podría decir que su lectura es asomarse y, tal vez, precipitarse al abismo de la desolación. A un abismo en el que no se detecta el fondo, pues a medida que uno se desploma comprueba que el punto en el que se va a estrellar se aleja aún más. Pánico y sentimiento de angustia provocados por una existencia absurda en la que no se encuentra ninguna razón firme para vivir en un mundo carente de sentido. Es lo que nos transmitió Emil Cioran (1911-1995) en sus escritos a lo largo de su dilatada existencia.
Para entender su radical nihilismo tendríamos que remontarnos a la Grecia clásica y citar a la escuela cínica, encabezada por Diógenes de Sinope, de quien este blog toma su nombre. Y si en esto tiempos hay un personaje que hereda el pensamiento de Diógenes, de modo que el pesimismo alcanza su cima, sin lugar a duda ese es Emil Cioran. Brillante autor de aforismos y textos fragmentarios al que conviene acudir de vez en cuando para cuestionar el falso optimismo de ciertos medios de comunicación, de múltiples predicadores y de políticos cuya catadura moral supera con creces todo lo inimaginable.
Por mi parte, quisiera apuntar que siendo estudiante universitario llegó a mis manos un libro suyo titulado La caída en el tiempo. Quedé sorprendido, ya que, a la vez que leía a un magnífico escritor, entendí que su pensamiento ahondaba en el desencanto del mundo y de la sociedad que destilaban las obras de Schopenhauer y Nietzsche. Pero es que estos dos filósofos se quedaban muy atrás ante el desarraigo absoluto que muestra el autor franco-rumano.
Puesto que sus escritos son cortos, como pensamientos que surgen de su mente y que los traslada a las hojas que tiene delante sobre la mesa, creo que la mejor manera de aproximarse al mundo de Cioran es mostrando algunos de los aforismos que aparecen en sus libros, sin intención de agruparlos por temáticas, ya que ni él mismo lo hace.
- Iniciamos el recorrido con Desgarradura, que vio la luz en nuestro país en 1983:
“Existir es un plagio”.
“Todos esos transeúntes hacen pensar en gorilas pusilánimes y fatigados hartos de imitar al hombre”.
“En las familias desquiciadas surge siempre un vástago que se consagra a la verdad y se pierde buscándola”.
“No existe nadie cuya muerte, en un momento u otro, no haya deseado”.
- La editorial Taurus, en la que se publican sus obras, publica El aciago demiurgo en 1984:
“Nadie podrá quitarme del espíritu que este mundo es el fruto de un dios tenebroso cuya sombra prolongo, y que me corresponde agotar las consecuencias de la maldición suspendida sobre él y su obra”.
“Aquel que no muere joven habrá de arrepentirse tarde o temprano”.
“Concebir un pensamiento, un solo y único pensamiento pero que hiciese pedazos el universo”.
- El título de Del inconveniente de haber nacido es toda una declaración del rechazo a la existencia humana:
“Habiendo vivido siempre con el temor de que me sorprenda lo peor, he tratado, en todas las circunstancias, de adelantarme lanzándome a la desgracia mucho antes de que sucediera”.
“No he encontrado ningún espíritu interesante que no esté ampliamente dotado de deficiencias inconfesables”.
“Cuando pienso en tantos amigos que ya no existen, siento lástima por ellos. Sin embargo, no resultan tan dignos de compasión, pues han resuelto todos sus problemas, empezando por el de la muerte”.
- Otro de sus libros, Silogismos de la amargura, se edita en nuestro país a mediados de los ochenta, en 1986:
“Quien no haya visto un burdel a las cinco de la mañana no puede imaginar hacia qué hastíos se encamina nuestro planeta”.
“Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado”.
“Nuestro rencor proviene del hecho de haber quedado por debajo de nuestras posibilidades sin haber podido alcanzarnos a nosotros mismos. Y eso nunca se lo perdonaremos a los demás”.
“Si creyera en Dios mi fatuidad no tendría límites: me pasearía desnudo por las calles…”.
- De Breviario de la podredumbre entresaco tres citas:
“¿Quién no está imbuido de que todo es vano?”.
“El que ama indebidamente a un dios obliga a los otros a amarlo, en espera de exterminarlos si rehúsan”.
“¿Qué pecado has cometido para nacer, qué crimen para existir? Tu dolor, como tu destino, carece de motivo”.
- Cierro con otros tres aforismos de La caída en el tiempo:
“El deseo secreto del enfermo es que todo el mundo esté enfermo, y el del agonizante, que todos agonicemos. Lo que en nuestros dolores deseamos es que los demás sean tan desgraciados como nosotros: no más, solo igual”.
“La naturaleza se ha mostrado generosa solo con aquellos a quienes ha otorgado el privilegio de no pensar en la muerte. Los otros están a merced del más antiguo y corrosivo de los miedos sin que la naturaleza les haya ofrecido, o al menos sugerido, los medios para curarse de él”.
“La voluntad de retornar a la materia constituye en fondo del deseo de morir”.
La paradoja de Emil Cioran es que atravesó una larga vida de 84 años pensando en la nada, en el vacío, en el suicidio y en la muerte. Mirándolo despacio es una gran paradoja, puesto que despertarse todos los días con las ideas y los tormentos que le angustiaban y solo disfrutar con los paseos con los que lograba olvidarse de sí mismo o con la música de Bach no deja de ser en el fondo algo terrible.