Sergio W. Tenis
P. Casado nos quiso transmitir con su fotografía frente al espejo un mensaje complejo. Diversos “periodistas”, bloggers (éstos sí que saben de la vida) y demás lumpen, incapaces de destejer los intrincados hilos entrelazados en ese tapiz de emociones, pueden haber dicho mucho, pero no lo suficiente. Creyéndose ingeniosos, se dedicaron a apuñalar el retrato con furia, demostrando un cinismo que sonrojaría a nuestro amado Diógenes. Estas opiniones superfluas —cuyos autores frecuentemente arrojan tras el cobarde escudo del seudónimo— no advierten el rico trabajo simbólico que, como se demostrará en un análisis más sosegado, alude casi sin lugar a dudas a la vida y obra de Heráclito de Éfeso.

Las vidas de Heráclito de Éfeso y la de P. Casado, profundamente marcadas por el odio, parecen unirse en la controvertida imagen especular. De un lado, el chorro potente, desperdiciando agua para demostrar su rencor contra el mundo y sus habitantes. Del otro lado del espejo está la pared con sus cañerías empotradas que desembocan en el famoso río de Heráclito, ese en el que es imposible bañarse dos veces, lo que tampoco habla demasiado bien de sus conductas higiénicas.
Sí, Casado —se ha dejado la barba para parecerse al filósofo— sutilmente demuestra su afinidad con el célebre Llorón de Éfeso mediante ese grifo abierto, ejemplificando cómo todo fluye, todo cambia incesantemente. Pero una persona que ha sacado media carrera en seis meses y un máster en dos parpadeos puede ir —y va— más lejos, rescatando además la máxima del príncipe de Lampedusa —otro aficionado a pasar largos tiempos en los baños— sobre la necesidad de cambiar un poco para que todo siga igual. Obedeciendo la premisa de estos grandes personajes, ha cambiado, escorando al partido hacia el lado de la extrema derecha.
Otro punto clave, otra pista, está en su postura. Se apoya formidablemente con los puños, tensando los músculos, asimilando el golpe pero con fuerzas para contraatacar. Esto concuerda con la doctrina del eterno retorno, acuñada por el mismísimo Heráclito. Casado aspira a que su partido vuelva a gobernar y lo recalca doblemente con el perfecto par de círculos de los lavabos, los cuales al unirse pueden simbolizar el infinito y por separado al flexible uróboros, el volver a empezar.
Los escépticos que crean insuficientes estas abundantes y claras evidencias, quedarán convencidos si hablamos un poco más sobre la localización seleccionada. Gran parte de la cara de amargura que escenifica Pablo —ahora que lo conocemos mejor, podemos tratarlo con cariño— no se debe solamente a haber tenido poco éxito en el retrete. No, su angustia proviene del gorgoteo que allí oye con claridad, ese regurgitar de las cloacas. Sube con olor a corrupción, y la inmundicia bullendo amenaza con rebasar la fosa judicial que favorece a su partido. Seguramente la foto se ubica en el baño por disponer papel higiénico y toallas a mano, quizás para limpiar a la desesperada lo que pueda desbordarse. ¿O será porque allí también hay duchas y anticipa que, tarde o temprano, terminará igual que su idolatrado Heráclito, es decir, de heces hasta el cuello?
La respuesta a esta última pregunta sólo nos la podrá dar el protagonista. Mientras, compremos un buen paraguas, que entre los lamentables debates en el Congreso, Trump, Bolsonaro y compañía, la crisis económica que se viene y las miserias que acarreará, la multiplicación de los gilipollas, las dificultades para conseguir un alivio carnal, la subida de los precios en los supermercados, la cancelación de vuelos y de vacaciones, los vigilantes de balcones, el auge del racismo y el cambio climático, tendremos que estar prevenidos como Pablo, pues no parece que vaya a parar de llover mierda.
Buen análisis, Tenis. Sin embargo echo de menos el que no aludas a la circunstancia de que la fotografía es en blanco y negro; cuando ahora vivimos en un mundo multicolor.
¿Qué connotaciones se extraen de una pose superestudiada que hasta acude a una imagen que evoca los grandes momentos del cine, o las imágenes que nos ha legado, por ejemplo, Sebastião Salgado?
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Gracias Aureliano. Estoy de acuerdo en que se me han quedado algunas cosas en el tintero. Intenté apoyarme únicamente en indicios muy claros —me atrevería a decir que casi indisputables— de que la representación artística que nos regalaron con esa foto era un tributo a Heráclito.
Como tú comentas, es más que posible que contenga otras referencias, pero yo creo que eso sería entrar en las movedizas tierras de la especulación. No podría arriesgarme a tal cosa, por respeto a mis lectores.
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Saltando a otra cuestión, creo que Diógenes de Sínope tiene más seguidores de lo que yo me imaginaba.
Una vez que he terminado de leer la excelente biografía de Sigmund Freud escrita por Louis Breger, he acudido a los estantes para releer ‘Freud. El crepúsculo de un ídolo’ del filósofo francés Michel Onfray, y así poder comparar lo que dicen ambos autores.
¿Y sabéis a quién está dirigida la obra de Onfray? Pues a Diógenes de Sínope… por lo que ya tenéis a alguien muy relevante a sumar a vuestro círculo de seguidores, aunque en este caso sea de tipo intelectual.
No está del todo mal, pues Michel Onfray quizás sea el pensador más admirado en la actualidad en lengua francesa.
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